domingo, 1 de febrero de 2009

El Papa y el fútbol

Dedicado a Josep Corcó, filósofo catalán y, sin embargo, amigo


Recientemente, Benedicto XVI ha publicado Orar, una recopilación de sus discursos y homilías fundamentales con el propósito de enseñar a hacer algo tan sencillo e importante como rezar. Hasta ahí todo perfecto y previsible.

Según la Editorial Planeta, "el lector se sentirá arrastrado desde la primera página por la profundidad germana y la claridad romana del pensamiento de Joseph Ratzinger; un papa y un intelectual único". Correcto también, aunque poco apetecible si unimos las palabras clave: "profundidad", "pensamiento" e "intelectual".

Mi sorpresa llega cuando veo que el intelectual profundo y alemán es alemán de verdad ¡y nos ilustra sobre la trascendencia del fútbol! Bien es cierto que durante el Mundial de Alemania de 2006 el presidente del comité organizador, Franz Beckenbauer, reveló que Benedicto XVI le aseguró que vería los partidos más importantes del campeonato.

"El Papa ha querido enseguida hablar de fútbol y nos ha dicho que la selección alemana es fuerte. [...]. Hablar con el Papa de fútbol ha sido el momento más importante de mi vida. Es una persona muy simpática y de increíble dignidad y serenidad", añadió.

Adjunto las reflexiones de Benedicto XVI y se las dedico a Josep Corcó, profesor universitario, filósofo de la Ciencia y, allá por los primeros años 90, cruzado de una misión imposible en el Colegio Mayor Torre I de la Universidad de Navarra: sacar el fútbol de nuestras cabezas.

Va por tí, Corcó.

Cuando se hojea la prensa y se escucha la radio, se comprueba enseguida que hay un tema dominante: el fútbol y la liga de fútbol. Este deporte se ha convertido en un acontecimiento universal que une a los hombres de todo el mundo por encima de las fronteras nacionales, con un mismo sentir, con idénticas ilusiones, temores, pasiones y alegrías. Todo esto nos revela que nos encontramos frente a un fenómeno genuinamente humano.

Surge espontánea la pregunta sobre el por qué de la fascinación que ejerce este juego. El pesimista contestará que es una repetición más de lo que ya se experimentó en la antigua Roma: pan y circo; panem et circenses.

Pero, incluso si aceptáramos esta respuesta, tendríamos que preguntarnos: ¿y a qué se debe semejante fascinación, que lleva poner el juego junto al pan, y a darle la misma importancia?

Volviendo de nuevo en la antigua Roma, podríamos contestar a esta pregunta diciendo que aquel grito que pedía "Pan y juego" era la expresión del deseo de una vida paradísiaca. En este sentido, el juego se presenta como una especie de regreso al hogar primero, al paraíso; como una escapatoria de la existencia cotidiana, con su dureza esclavizante. Sin embargo el juego tiene, sobre todo en los niños, un sentido distinto: es un entrenamiento para la vida.

A mi juicio, la fascinación por el fútbol consiste, esencialmente, en que sabe unir de forma convincente estos dos sentidos: ayuda al hombre a autodisciplinarse y le enseña a colaborar con los demás dentro de un equipo, mostrándole como puede enfrentarse con los otros de una forma noble.

Al contemplarlo, los hombres se identifican con ese juego, haciendo suyo ese espíritu de colaboración y de confrontación leal con los demás. Desde luego, la seriedad sombría del dinero, unida a los intereses mercantiles, pueden echar todo esto a perder.

Al pensar detenidamente en todo esto, se plantea la posibilidad de aprender a vivir con el espíritu del juego, porque la libertad del hombre se alimenta también de reglas y de autodisciplina.

En todo caso, la visión de un mundo que vibra con el juego debiera servirnos para algo más que para el entretenernos, porque si fuéramos al fondo de la cuestión, el juego podría mostrarnos una nueva forma de entender la vida.

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2 comentarios:

Unknown dijo...

Por alusiones...
Se me acusa de haber querido sacar el fútbol de las cabezas de los residentes de un Colegio Mayor. Más bien, intentamos (no estaba solo) que en sus cabezas hubiera otros intereses además del fútbol. Aunque Nacho la califique de imposible, esa misión tal como la he descrito, tuvo un éxito relativo, pero remarcable(recordando a Leonardo Polo, podemos afirmar que todo éxito esta vida es prematuro y relativo: sólo hay un éxito que es definitivo y absoluto y se da postmortem).
Entrados ya en metafísica (como quien no quiere la cosa)tengo que decir que he avanzado en mis reflexiones sobre el fútbol. No tengo nada en contra de las consideraciones de Benedicto XVI citadas. Pero mi fuente de inspiración, en cuanto a la teoría del fútbol se refiere, es Séneca (el filósofo romano, honrado por un gran filósofo del mismo nombre y residente el C.M). En su tratado Sobre los beneficios (no los económicos sino el arte de hacer el bien), Séneca nos propone la iconografía de las tres gracias para entender como funcionan las relaciones humanas. Las tres gracias representan las tres acciones que son el fundamento de nuestra vida social: dar, recibir y devolver. Séneca afirma que la cuestión clave de la vida social es que aprendamos a dar, a recibir y a devolver. Pues bien, el fútbol es un juego en el que podemos aprender cómo hay que dar, recibir y devolver, y cómo no hay que hacerlo. De esta manera, como dice Benedicto XVI, el fútbol puede mostrarnos una nueva forma de entender la vida.
Josep Corcó
Filósofo catalán y amigo

Anónimo dijo...

Y eso de "dar, recibir y devolver" es una definición cuasi-perfecta de los que en fútbol se llama "hacer una pared". Grande, Séneca, grande.