Carrillo durante la II República |
Desde hace años Santiago Carrillo tiene una calle dedicada en Gijón. Nada extraño para esta ciudad, donde también Carlos Marx, La Pasionaria o Bertold Brecht comparten ese honor y hasta una céntrica avenida está dedicada a Pablo Iglesias, fundador del Partido Socialista Obrero Español. Al fin y al cabo, desde el retorno de la democracia es el único que ha gobernado en esa ciudad. Ni la corrupción ni los GAL de los tiempos de Felipe (González) consiguieron hacer mella en el fiel electorado izquierdista, que comicio tras comicio lamina a la torpe derecha asturiana.
La decisión municipal de anteayer ha levantado pasiones, sobre todo por el respaldo de los concejales del PP (todos menos dos, que no fueron a votar). Al parecer ofrecieron su respaldo a Carrillo a cambio del reconocimiento a Rodrigo Rato como “Hijo adoptivo” por las raíces gijonesas del ex presidente del Fondo Monetario Internacional. Ambas decisiones se tomaron en el mismo pleno y me parecen un acierto, especialmente la de Carrillo por su determinante papel durante la Transición.
Santiago Carrillo y Adolfo Suárez |
En cualquier caso, la vida de Santiago Carrillo no se detuvo en 1936 y su periplo por medio mundo (Cuba, Francia, Hungría o la URSS) le confirmó como uno de los líderes del marxismo internacional. Por lo general, dócil a Moscú, hasta que se apartó de esas directrices en 1977 para fundar el Eurocomunismo junto Berlinguer y Marchais, primer intento por democratizar esa ideología y acercarla a las clases medias, naturalmente temerosas de los excesos revolucionarios comunistas.
Fraga y Carrillo en la I Legislatura |
Precisamente por su liderazgo en los años de la Transición merece Carrillo el agradecimiento de todos los españoles. Gracias a Carrillo, el PCE participó en 1974 en la trascendental Junta Democrática de España (con el catedrático exiliado antifranquista y miembro del Opus Dei Rafael Calvo Serer y el notario republicano Antonio García-Trevijano) y en la posterior Platajunta con el PSOE. Gracias a Carrillo los comunistas no se desbocaron después del terrible atentado ultraderechista contra los abogados de Atocha. Y gracias a Carrillo, en fin, el comunismo español aceptó a Juan Carlos I como Jefe del Estado, la bandera nacional roja y gualda (y no la tricolor republicana) y la monarquía constitucional de la que hoy disfrutamos.
Si los españoles somos capaces de aceptar que, por ejemplo, dos ex ministros de Franco como Adolfo Suárez y Manuel Fraga evolucionaran desde posiciones ultramontanas y hoy reciban merecidos homenajes por su trayectoria politica, bien podremos asumir que Carrillo sea reconocido en su lugar de nacimiento... lo que no equivale a bendecir sus errores, que los tuvo.