jueves, 19 de noviembre de 2009

La esquina caliente

Es algo conocido que en el Parque Central de La Habana se reunen cada día los cubanos para hablar de pelota, de lo mal que está la vida y de lo bien que sigue el Comandante en Jefe, Fidel Castro.

Pues bien, justamente hoy Human Right Watch ha publicado su informe sobre los Derechos Humanos en Cuba que, as usual, no sale bien parada. Su título lo dice todo Un nuevo Castro, la misma Cuba.

Y justamente esta mañana se ha sabido en una de las esquinas calientes del exilio que Cuba podría levantar de manera inminente la prohibición de salir al extranjero a sus ciudadanos. De ser cierto, como siempre, saldría publicado en Granma y sería carne de teletipo para los informativos de medio mundo.

Según esta información, con un pasaporte en vigor, un visado en regla del país al que se quiere viajar y un billete de avión, cualquier cubano podrá ir y volver a cualquier nación del ancho mundo... si le dejan entrar. De este modo, el problema de salir o no salir será algo personal. El que pueda lo hará y el que no, pues se quedará en Cuba. Es decir, ya no será el Estado el que prohiba nada, igual que ahora permite comprar una computadora al que pueda pagarla... que son la minoría de la minoría.

¿Un paso más en la apertura? ¿O, como diría Lampedusa si hubiera nacido en Lavapiés y no en Sicilia, los mismos perros castristas con diferentes collares?

Ver veremos.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Siluetas

Étienne de Silhouette fue un recaudador de impuestos, pero no uno cualquiera. Vivió en pleno siglo XVIII en Francia, como su propio nombre indica. Si eres francés puedes llamarte Pierre o François o Étienne, y en el caso que nos ocupa sus padres eligieron éste último.

Monsieur Silhouette nació en 1709, justo hace ahora dos siglos y ya desde pequeño demostró una rara habilidad para los números. Su padre, empresario cabal, le mandó a Inglaterra a desasnarse y, de paso, aprender de los ingleses a hacer buenos negocios. Pero al muchacho le interesó mas la teoría que la práctica, los impuestos que los dividendos, así que al volverse a Francia se hizo funcionario de Luis XV. Pero, como antes decía, no uno más. No, no. Étienne de Silhoutte llegó a ser Inspector General de Finanzas de Su Majestad Le Roi, en parte a su talento y en parte a la señora Pompadour, que le apreciaba mucho (y para esto también hace falta talento, aunque de otro estilo).

Silhouette fue un férreo defensor del libre comercio y, por tanto, enemigo de los privilegios del clero y la nobleza, que en aquellos tiempos no pagaban impuestos. A partir de ahí comenzó su leyenda negra, ya que les obligó a pagar un tributo sobre las “manifestaciones externas de riqueza”. Es decir, sirvientes, castillos (que en francés se dice châteaux y queda más fino) y carruajes.

Los nobles, molestos con el justiciero Étienne, empezaron a utilizar la expresión à la Silhouette para llamar a unos pantalones que carecían de bolsillos para llevar el dinero. ¡Qué irónicos! También les dio por llamar silhouettes a los perfiles en papel recortado que se vendían en las ferias y mercedos, ya que eran una forma barata de tener un retrato. De ahí derivó que se llamaran “siluetas” y que el vocablo también se empleara con fruición para burlarse del prójimo. [Nota: Habrían de pasar doscientos años para que un grupo musical, los inefables The Silhouettes, tomaran esa palabra como nombre de guerra, pero esa es otra historia que, como decía Bastián Baltasar Bux, deberá ser contada en otra ocasión].

Silueta es un epónimo, un “sobrenombre” si vamos a la etimología griega. Es decir, una palabra que procede del nombre de su inventor o descubridor, como linchar, nicotina o diésel. Lo curioso de este caso es que el padre de Étienne de Silhouette, que se llamaba Arnaud, era de Biarriz, la preciosa villa vascofrancesa en la que Napoleón III construyó un palacio como regalo de bodas para su esposa, nuestra Eugenio de Montijo.

Y es gracioso porque Silhouette es un afrancesamiento del apellido vasco Zulueta, que de esta manera oculta su origen agrario y adquiere cierto brillo imperial. Estas cosas también ocurren en Perpiñán, donde escriben Freyssenet por Freixenet o Roussell por Rosell. Al menos así lo cuenta el escritor catalán Quim Monzó, que añade “si la historia hubiese sido otra y los registros civiles no hubieran entrado a saco en los apellidos de la gente, hoy, cuando viéramos por la calle a una belleza diríamos: “¿Te has fijado en esa chica?” ¡Qué zulueta!”.

Termino. En vascuence zulueta quiere decir “lugar del agujero” (de ahí zulo, desgraciada palabra de común uso etarra), lo que no deja de ser malsonante, incorrecto. Al menos políticamente.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Monseñor Romero: ¿un obispo revolucionario?

En 1977, Óscar Romero llegó a San Salvador para ser su obispo. Entonces, los católicos progresistas protestaron por su nombramiento, ya que Romero era tenido por un cura conservador.

En 1980, monseñor Romero fue asesinado por fuerzas paramilitares de ultraderecha (los Escuadrones de la Muerte) mientras celebraba la misa, justo en el momento de la consagración. Los catolicos progresistas (y los que no lo eran pero eran gente de bien) lloraron su muerte.

Los terroristas de Estado lo hicieron por palabras como las siguientes, que monsenor dijo a los militares: "Están matando a sus mismos hermanos campesinos. Ningún soldado tiene que obedecer la orden de matar. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia. En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo, les suplico, les ruego, les ordeno, cese la represión"

El pasado viernes, 6 de noviembre, en Washington, una representación del Gobierno salvadoreño se comprometió ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH, perteneciente a la Organización de Estados Americanos (OEA)), a realizar una investigación judicial completa para "identificar, juzgar y sancionar" a todos los autores, materiales e intelectuales, del asesinato.

De esta forma, el gobierno de El Salvador reconoce, por primera vez y de forma plena, la autoridad del organismo y el carácter vinculante de sus recomendaciones. Han tenido que llegar los ex terroristas del FMLN (Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional) al poder para que se asuma este secreto a voces: a monseñor Romero lo asesinó la derecha salvadoreña en un complot organizado por el gobierno. El nuevo presidente, Mauricio Funes, cumple así una de sus promesas electorales. Yo lo aplaudo.

Romero no era un arzobispo progresista y, menos aún, pertenecía a la Teología de la Liberación. En 1972, por ejemplo, criticó con extremada dureza a la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (dirigida por los jesuitas y en la que serían asesinados años después el P. Ignacio Ellacuría y sus compañeros), por la protección que se daba en ese centro educativo a los terroristas del FMLN. Finalmente, Romero se enfrentó con los propios jesuitas, que fueron relevados como directores del Seminario Diocesano. Sirva como curiosidad que, seis años más tarde, en 1978, le hicieron Doctor Honoris Causa en otra de sus universidades, la de Georgetown (EE.UU.) y se unieron a la petición del premio Nobel de la Paz para el arzobispo. Los jesuitas son así de jesuitas.

En 1975, monseñor Romero escribió a Pablo VI apoyando la canonización de San Josemaría Escrivá, al que conocía personalmente desde 1970. De hecho, Romero facilitó en 1960 la apertura de la primera residencia de esta prelatura en El Salvador, según cuenta Antonio Rodríguez Pedrazuela en su libro "Un mar sin orillas. El trabajo del Opus Dei en Centroamérica". El propio Romero lo dejó escrito, confirmando que su director espiritual era un sacerdote del Opus Dei.

Óscar Romero fue un hombre involucrado con su pueblo, como demostró en 1975, tras el asesinato de varios campesinos por la Guardia Nacional al salir de una misa. Este hecho le llevó a denunciar por primera vez la grave situación política del país, pero con una idea clara: "La Iglesia no debe meterse en política, pero cuando la política toca el altar de la Iglesia. ¡A la Iglesia le toca defender su altar!".

A finales de los años 70, el compromiso social de un sector importante de la Iglesia Católica (animado por el Concilio Vaticano II y ratificado en Latianomérica por la CELAM de 1968), chocó de pleno con unos gobiernos oligárgicos, surgidos a veces de golpes de estado y apoyados en buena medida por Estados Unidos, siempre atento a defender sus intereses económicos en la zona.
Romero lo vivió y lo denunció proféticamente hasta su muerte.

En 1977 otro asesinato -el del P. Rutilio Grande, colaborador suyo, a manos de la ultraderecha- le llevó a enfrentarse directamente con el presidente de la república. Ante el desprecio institucional, Romero decidió no acudir a ninguna reunión con el Gobierno hasta que no se aclarase el asesinato.

Romero no lo hizo todo bien. Romero tuvo errores, se comprometió a veces en exceso con la izquierda e incluso apoyó el golpe de Estado de 1979 que llevó al poder a la derecha que luego le asesinó. Durante todo el tiempo contó con el apoyo expreso de Pablo VI, al que visitó dos veces en sus tres años de gobierno, y de Juan Pablo II, que le conoció en Roma en 1979 (en la foto adjunta, rezando en la tumba de monseñor Romero).

El 23 de marzo de 1980, Domingo de Ramos, Romero pronunció en la catedral una valiente homilía dirigida al Ejército y la Policía. Al día siguiente, hacia las seis y cuarto de la tarde, fue asesinado en el mismo altar de la catedral.

Así se convirtió Romero en una víctima más de la guerra civil de El Salvador. Le mataron por denunciar la injusticia, la corrupción y el abuso. Le asesinaron porque siempre se mantuvo fiel a la ortodoxia: "el amor a mi pueblo y mi fidelidad a Cristo ya su Iglesia es lo que me lleva a decir las cosas que digo".

En 1994 se abrió su proceso de canonización y en 2005 el postulador de la causa, Vincenzo Paglia, informó a los medios de comunicación de las conclusiones del estudio: “Romero no era un obispo revolucionario, sino un hombre de la Iglesia, del Evangelio y de los pobres”.

El proceso seguirá nuevos trámites, que si son superados, acercarán la fecha en que Óscar Arnulfo Romero sea elevado a los altares como el primer santo y mártir de El Salvador.

Para miles de salvadoreños será la confirmación de algo que ya sabían desde hace mucho tiempo.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Pequeños detalles sin importancia

La vida esta hecha de pequeños detalles y momentos fugitivos que se escapan como si fueran el El Lute (cuando era El Lute) o el mago Houdini con sus cuerdas y candados.

En otras ocasiones un rasgo cambia una vida y convierte en mortal a la estrella, al héroe, al ídolo. ¿Qué sería de Groucho Marx sin su bigote? ¿O de Charlot sin su sombrero? ¿O del Che Guevara sin su barba cubana y su boina internacionalista? Ya no serían los mismos. Habrían perdido su magia y con ella la admiracion de sus fieles.

Los pequenos detalles encierran grandes misterios. Por ejemplo, ¿habrían formado una buena familia John Kennedy y Marilyn Monroe? ¿Sería Gandhi igual de famoso si, en vez de gafas y calva, hubiese tenido pelo y mostacho?

Ahí dejo las respuestas, entre crueles e impertinentes, que nos dan viejas fotografías de gentes famosas. Todas son auténticas y, a la vez, falsas porque ellos no parecen ellos.

1. Groucho Marx sin bigote



















2. Charlot sin sombrero


















3. Che Guevara sin barba ni boina


























4. La "familia" Kennedy-Monroe


























5. Gandhi con pelo





martes, 3 de noviembre de 2009

Para hacerse cruces

"El Tribunal Europeo de Derechos Humanos declara que el crucifijo atenta contra la libertad religiosa". Según la sentencia, mantener los símbolos religiosos en las escuelas conculca "los derechos fundamentales de igualdad y libertad de conciencia". Pues muy bien. Perfecto.

El problema es que ahora me asedian las dudas y espero que los magistrados de Estrasburgo me las aclaren:

1. ¿Cómo llamaremos a partir de ahora a Sta. Cruz de Tenerife?

2. ¿Va a desaparecer la Cruz Roja o por ser roja la mantemos?

3. ¿Se borrará la cruz de San Jorge del escudo del Barça?

4. ¿Qué hacemos con Penélope Cruz -se admiten sugerencias-?

5. ¿Y con los humoristas Cruz y Raya?

6. ¿Jurarán los ministros sus cargos delante de un cuadro de Voltaire y un ejemplar de El País, diario global en español?

7. ¿Podrá mi cuñada seguir haciendo punto de cruz?

8. ¿Y qué hago yo con mis discos de Celia Cruz?

9. ¿Se prohibirá echar las monedas a cara o cruz?

10. Y, sobre todo, ¿podrán los ingleses y los suecos y los escoceses y los noruegos y los daneses y los suizos y los finlandeses y los malteses y los griegos y los georgianos y los asturianos -todos ellos europeos- sacar sus banderas a la calle? Porque todas tienen la cruz, ya lo siento, como símbolo nacional.

Los jueces de Estrasburgo no han aclarado todas estas preguntas y se han limitado a decir que la cruz es una agresión para todo el que no sea cristiano. A continuación, se han ido a dormir tan tranquilos. Luego dicen que es Václav Klaus, el presidente checo, el que ataca a Europa.

La cuestión del crucifijo en la escuela se ha planteado ya varios países. La que más claro ha hablado es la judicatura italiana, que ha considerado el crucifijo como "una síntesis, inmediatamente perceptible y aceptable, de los valores civilmente relevantes, valores sobre los que se sostiene e inspira nuestro orden constitucional, fundamento de nuestra convivencia civil (...) Valores que han impregnado nuestras tradiciones, el modo de vida, la cultura del pueblo italiano". Por eso van a recurrir la sentencia.

La Cruz sigue siendo escándalo para los judíos y locura para los gentiles, como dice San Pablo en su primera Carta a los Corintios.

Sin embargo, en Occidente el crucifijo tiene dos sentidos incuestionables: para los cristianos es símbolo de amor sin límites, entrega, generosidad, apertura. Para el no creyente es -debiera ser- un símbolo omnipresente en la historia y en la cultura, un signo que ha configurado el mundo en el que vivimos y que ha contribuido decisivamente a los valores que sostienen la democracia.

Nadie niega que puedan existir países en los que el crucifijo no exprese una herencia y una orientación moral común, porque la presencia cristiana no ha marcado su historia. Sin embargo, en otros -como España, como Europa- el crucifijo es una luz que puede ser reconocida tanto por creyentes como no creyentes, punto de referencia esencial del tejido ético-cultural compartido por la mayoría de la sociedad.

Toda la cultura occidental (la Filosofía, la Política, la Ciencia y el Derecho) hunde sus raíces en la concepción de Dios y del hombre que representa de manera suprema el crucifijo. Es precisamente esa concepción la que está en la raíz de la laicidad, que sólo ha podido desarrollarse en este sustrato.

En el libro Dios salve la razón (Ediciones Encuentro), el filósofo ateo Gustavo Bueno explica por qué el Dios de los cristianos ha salvado a la razón humana de sus diversos delirios a lo largo de la historia y hasta qué punto tiene sentido decir que la seguirá salvando en un futuro inquietante. Para Bueno, que es/era un filósofo marxista, la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos es una muestra de la debilidad intelectual de la cultura postcristiana.

A partir de ahora, para muchos escolares de la más que nunca vieja y decadente Europa el crucifijo empezará a ser un gran desconocido, un signo opaco e incomprensible. Pero esa ignorancia no saldrá gratis, sino que vendrá acompañada de una tremenda pérdida, para ellos y para toda la sociedad porque la supresión de los crucifijos -ya sea por sentencia judicial o por cojones- significa el empeño de vaciar a una sociedad de su sustancia, de provocar una ruptura con su Historia y de excluir a los creyentes de la vida pública.

Conmigo que no cuenten. Más bien lo contrario.