martes, 9 de octubre de 2007

Palabras del Che

Hoy se cumplen 40 años de la muerte de Ernesto Che Guevara, el guerrillero más famoso de la Historia, “el ser más completo de nuestra época” si hacemos caso a Jean Paul Sartre. Han pasado cuatro décadas y su figura sigue siendo polémica: para muchos es el fanático por excelencia, pero para muchos más es un ejemplo de rebeldía e independencia.

La vida de Guevara es bien conocida, pero no así sus escritos, ya fueran los famosos diarios, los discursos o la abundante correspondencia que mantuvo en su intensa vida. En ellos, sin embargo, pervive el verdadero Che Guevara, su ideología y su carácter. Por eso es necesario recuperar las palabras del Che, las únicas que le colocan en su verdadera dimensión. ¿Cómo era realmente Ernesto Guevara de la Serna, alias Che? ¿Fue un jefe militar íntegro e indomable o un asesino iluminado y cruel? Sólo su voz puede sacarnos de dudas.

En octubre de 1959, Che Guevara visitó Santiago de Cuba para reunirse con estudiantes de la Universidad de Oriente, la segunda del país. En un auditorio repleto explicó la nueva política revolucionaria, que también iba a afectar a la educación superior. En el clímax de su discurso dijo: “Los universitarios individualistas tienen que desaparecer. La vocación personal no cumple un papel determinante. Por eso es criminal pensar en las necesidades del individuo. […]. Sólo el Estado tiene derecho a elegir qué estudia cada uno, si deben licenciarse diez abogados o cien químicos industriales. Algunos dirán que esto es una dictadura y tienen razón: es una dictadura.”

En diciembre de 1964 intervino en la Asamblea General de la ONU. En ese momento la Revolución cubana llevaba seis años en el poder, colonizada ya sin remedio por la Unión Soviética. Al terminar su discurso, el representante de Venezuela le preguntó al Che por los miles cubanos fusilados desde 1959. Guevara –que había decidido en persona la ejecución de casi 200 hombres sin juicio ni defensa legal– afirmó: “Nosotros tenemos que decir aquí lo que es una verdad conocida, que la hemos expresado siempre ante el mundo: ¿fusilamientos?, sí, hemos fusilado. Fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario. Nuestra lucha es una lucha a muerte”.

Che Guevara creía en la violencia y el asesinato como arma política. Lo repitió muchas veces a lo largo de su vida. Una de las últimas fue en abril de 1967 en el apocalíptico Mensaje a los pueblos del mundo de la conferencia Tricontinental. En ese foro el Che condenó “la paz de la posguerra” y anunció “un conflicto mundial, largo y cruel, para provocar la destrucción del imperialismo y alumbrar un nuevo orden basado en la revolución socialista”. Entre los requisitos ineludibles de esa batalla destacó uno: el odio. “El odio como elemento de la lucha, un odio implacable hacia el enemigo, un odio que impulsa al hombre más allá de las limitaciones y lo transforma en una máquina de matar efectiva, violenta, seductora y fría. Así deben ser nuestros soldados. Sin odio no hay libertad”.

Es decir, con la dictadura, los fusilamientos y el odio quería educar al Hombre Nuevo. Con la dictadura, los fusilamientos y el odio se construiría la nueva sociedad comunista.
Poco antes de ser fusilado en Bolivia –también sin juicio ni abogado defensor, la Historia tiene estos sarcasmos–, Guevara escribió: “Si avanzo, seguidme. Si me detengo, empujadme. Si retrocedo, matadme”. Ese principio estuvo presente durante toda su vida revolucionaria y lo aplicó a rajatabla con los soldados a su cargo. Por eso tantos murieron a su lado. Y muchísimos más por imitarle.