miércoles, 28 de mayo de 2008

Volver a los 15

Con esto de las finales de la NBA viajo en el tiempo y vuelvo a los 15 años. Es una regresión o algo así. Como no sé bien el significado de regresión, lo busco en el DRAE digital (¡gran invento, De la Concha!) y confirmo que mis intuiciones iban bien: "Retroceso a estados psicológicos o formas de conducta propios de etapas anteriores, a causa de tensiones o conflictos no resueltos".

Mi conflicto no resuelto es no haber visto una final Celtics-Lakers (la última fue en 1987), época dorada y verde, tiempo de choques legendarios entre los dos equipos más grandes de la Historia. De duelos ("Choose your weapon" decía la publicidad de Converse) entre Magic Johnson y Larry Bird o de Kareem Abdul Jabbar (antes Lew Alcindor) y sus skyhooks. Ahí aprendimos a soñar.

Entonces la tele era rácana y estatal y los polluelos del baloncesto teníamos que conformarnos con algún breve de la prensa nacional o las crónicas de Nuevo Basket, publicación dirigida por Franco Pinotti. Gracias a esa revista los conocimos a todos. A Larry Bird, a Danny Ainge ("Ainge is an Angel", decían en Boston. Ahora es su General Manager), a McHale, a Dennis Johnson, a Parish "The Chief" y su 00 -un número imposible en Europa, donde íbamos del 4 al 15-, a Cedric Maxwell o Chris Ford. Hasta supimos quién era Len Bias, el heredero de Bird, que murió inesperadamente antes de vestir la camiseta celtic.

Celtics y Lakers, Lakers y Celtics, una colección de 30 anillos entre ambos y la rivalidad más grande conocida. Una lucha entre dos modos de entender el baloncesto: el Showtime del Forum Inglewood contra la sobria elegancia del Celtic Pride en el viejo Boston Garden, al que volé con la imaginación muchas veces porque siempre me sentí verde. Y eso que tenía en contra a un puñado de amigos, todos compañeros en el equipo de baloncesto de los jesuitas de Gijón. Diego Redondo (que está viendo estas finales desde el cielo, laker), David Valdés (que sólo era de Jordan, "los demás unos paquetes. Sólo se salva Magic"), Quique Castro (laker), Tito Valdés (laker), Fran Lato (¿laker? ya ni me acuerdo).

Aquellos adolescentes ahora están regados por medio mundo. Tito Valdés es profesor de español en Cleveland. Quique Castro volvió hace poco de Sudáfrica, donde también era profesor. David Valdés está en Vigo y es ingeniero y Fran anda con la música en otra parte. Sin embargo, todos juran que el baloncesto sigue siendo su primer amor -ese que dicen que no se olvida-, máquina del tiempo para sentirse algo más jóvenes.

A mí me ocurre lo mismo y continúo con los mismos deseos más uno nuevo: sentarme a ver esa final mítica Lakers-Celtics con mis hijos e inocularles el virus del baloncesto. Go! Celtics Go!

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Nacho. Yo tengo una foto con Larry Bird de cuando vino el Boston Celtics a jugar en España. Impresionante.

Anónimo dijo...

Ah, el anónimo soy yo. Antonio J.M.

Nacho Uría dijo...

Antonio, eres un fetichista. Mira de eso ni me acordaba. ¿Cuándo vinieron?

BILEHC dijo...

Yo me tragué todas las finales, las retransmitía la Segunda los sábados por la tarde en diferido (grabadas, vamos)y los comentarios los hacia Pedro Barte...después todos los chavales de Ponferrada salíamos a hacernos esguinces de tobillo en la cancha del Campo de la Cruz... solo diré unas palabras: Worthy, Magic, Kareem y...¡¡¡Kurt Rambis!!!

GO LAKERS, GO...

Aunque yo siempre fui de los Philadelphia 76ers (por el Doctor J.)

Un abrazo desde Etiopía-El Bierzo

Nacho Uría dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Pues yo leía "Gigantes del Basket" y era de los LAKERS.
Los que me conocen piensan que debería ser de los Celtics (unos señores, elegantes, tradicionales, irlandeses...)
Pero con 15 años uno sucumbe a los encantos de California. No solo por sus cheerleaders (las más cotizadas). El colorido del viejo Coliseum, las gafas de Kareem, la magia de Johnson, las calcetas de Worthy, la sobriedad de Scott, hasta Nickolson ya andaba por allí.
JLCEA