martes, 18 de enero de 2011

Israel: 25 años

Publicado en Diario de Navarra, domingo 23 de enero de 2011


Logo oficial conmemorativo
Ha pasado un cuarto de siglo desde que España e Israel decidieron sentarse a la misma mesa para reconocerse. El acuerdo se rubricó en Holanda, casi de incógnito y en apenas dos minutos, como si fuese una película de espías. Hasta el lugar elegido suena a conspiración: un cuarto del Promenade, hotel sin lujos de los que frecuentan los ejecutivos que viajan a La Haya. Allí establecieron Israel y España sus relaciones diplomáticas en 1986, ya que Franco se había negado a reconocer al gobierno de Jerusalén, algo que sin embargo sí había hecho con la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), que tenía como objetivo declarado “destruir al estado de Israel”, decisión confirmada por Adolfo Suárez.
Entonces el temor a las reacciones árabes forzó a nuestro gobierno a preparar con sigilo el encuentro. Por eso no se firmó en la embajada española, en la que entonces estaba Fernando Schwartz. Pocos días antes habíamos entrado en la CEE y nuestro país andaba de feliz resaca porque, por primera vez, los europeos nos reconocían como iguales. Sin embargo, parte del peaje fue reconocer a Israel, obligación que Felipe González estaba dispuesto a asumir después de que el socialista Shimon Peres llegara al poder.
Pese a toda esta historia, veinticinco años no han servido para que España valore a los israelíes como se merecen. Los judíos son un pueblo único, capaces de retornar a su tierra después de diecinueve siglos de diáspora y transformar un desierto minúsculo de 22.000 km2 en una economía desarrollada. En 1909 fundaron Tel Aviv (hoy patrimonio de la Humanidad por su arquitectura Bauhuaus), en la década de 1920 la Universidad de Jerusalén y ya en 1930 el 40% de la población de la Palestina británica era judía. Pese a todo, en 1948 (y con seis millones de muertos a sus espaldas) aceptaron la creación de un estado palestino propuesto por la ONU. La respuesta musulmana fue la guerra. Y perdieron.
En poco más de medio siglo, Israel ha construido una nación donde antes sólo había tierra abrasada y estéril, sin agua ni minerales, obligados a importar todo el petróleo y el gas que consumen y a librar tres guerras defensivas. Sus problemas de seguridad son una nueva plaga bíblica, pero su renta per cápita es superior a la de los países de su entorno, sobre todo por su alto desarrollo tecnológico. Con todo, lo más importante es recordar que son la única democracia verdadera de Oriente Próximo y que en sus fronteras viven un millón y medio de musulmanes israelíes con plenos derechos civiles. Sólo ese dato debería ser suficiente para apoyarles más, mucho más de lo que lo hacemos. ¿O acaso es imaginable un estado musulmán en el que viviesen un millón de judíos sin nada que temer?
Al repasar todos esos datos me viene a la cabeza la maravillosa crónica de Josep Pla titulada Israel 1957. Aquel reportaje recogía las impresiones de un viajero culto, irónico y profundamente europeo. Pla era un conservador fascinado por la única izquierda civilizada de Oriente Próximo. Su alabanza del Israel socialista de Meir y Ben Gurion tiene valor porque procede de un observador independiente.
Estos días celebramos la firma de un acuerdo diplomático que reparó una injusticia histórica. Por eso quiero acordarme de las sentidas palabras con las que Shimon Peres, entonces primer ministro, recibió a nuestro embajador en Israel: “Bienvenidos, cinco siglos después”.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

La creación de un estado palestino propuesto por la ONU, al igual que el cumplimiento de los acuerdos de Oslo merecen un estudio más extenso y matizado: como señala la broma gráfica, chiitas, sunitas y otras denominaciones islámicas, al igual que judíos ortodoxos, reformistas, conservadores o sionistas generan un polvorín que un Occidente secular y un sistema democrético cuestionado ayuda a alimentar. Una pena.

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

Que extraño tropezarme con blogs de estupidos sefardies que acarician las promesas de su "administración" (adjetivación profusa en la torah para asi dar en el blanco valiéndome del eufemismo)...pero para que perder mi valioso tiempo en discusiones inermes y apocadas...pero no se preocupen si algo nos ha enseñado la historia es que es cíclica (veamos a ver si no eliminan el comentario)

Anónimo dijo...

¿Estúpidos sefardíes? ¿La Historia es cíclica? Buf, ¡qué pereza!, ¡que pobreza intelectual y ¡qué sectarismo! Ojalá la Historia sea cíclica y el cristianismo recupere su hegemonía en el norte de África.

Agustín de Hipona