jueves, 11 de diciembre de 2008

Son sólo negocios

Me confieso incondicional absoluto de la saga mafiosa El Padrino que, desde hace años, veo regularmente, sobre todo la primera y segunda parte. Me sé de memoria algunos diálogos y, siempre que puedo, hago proselitismo.

He viajado a Sicilia para pisar las calles de Corleone, Prizzi y Castelmmare del Golfo, pueblos de cine, nombres legendarios. De paso, visité la casa de Pirandello en Agrigento y otros tesoros enormes de la Magna Grecia, de Selinunte a Siracusa, porque la experiencia de atravesar de norte a sur la isla, en coche y con silencio atronador es inolvidable.

Con Pedro Furundarena y José Luís de Cea he charlado durante horas sobre la omertá, las luparas y cualquier variante de crimen organizado italiano: Cosa Nostra, N'drangheta, Sacra Corona Unita o la Camorra. He visto Los Soprano, Uno de los nuestros, Una historia del Bronx, Scarface, Casino, Los intocables de Eliot Ness, El enemigo público, Gangs of New York, Donnie Brasco, Una terapia peligrosa y cualquier otra serie o película que tocara de refilón el tema, ya fuera para reírse o para llorar.

Nombres como Meyer Lansky, Santos Trafficante, Joe Masseria, Vito Genovese, Mad Dog Cole, Lucky Luciano, Al Capone, Salvatore Maranzano, Joe Bonano, Dutch Schulz, Totó Riina o Bernardo "el tractor" Provenzano me resultan más familiares que, por ejemplo, mis políticos locales, de los que no digo yo que sean mafiosi.

Sin embargo, no había visto nada comparable a GOMORRA, la película que relata la vida real en la Camorra napolitana, sus manejos, su estética cutre y hortera, su nihilismo.

El libro de Saviano del mismo título me lo devoraré esta Navidad y pasará con honores a compartir librería con John Dickie y su esencial Historia de la mafia siciliana, Norman Lewis y The Sicilian Mafia Observed y El día de la lechuza de Leonardo Sciascia, que también era de Agrigento.

La película de Garrone -que me he resistido a ver hasta el último momento- deja un sabor amargo y una tristeza oscura que despoja al crimen organizado de épica cinematográfica y diálogos de tragedia mediterránea.

Y, lo que es peor/mejor, pone también sobre nuestras conciencias la dura sospecha de
que el Sistema no es algo lejano y extraño, sino cotidiano y familiar, una cosa nostra que nos rodea y pone a prueba todo lo bueno y honorable de la civilización occidental.

3 comentarios:

Isaías dijo...

Nacho, nunca un título había resumido tan bien un asunto... Un abrazo. La edad de la caballería ha pasado, como decía nuestro caro Edmund Burke:"There must be blood" (Reflections on the Revolution in France, y no hablaba del 68, jejeje)

Nacho Uría dijo...

Ya no hat caballería, pero quedan caballeros y entuertos por desfacer.
Aperta

Javier Cercas Rueda dijo...

A estas alturas nadie puede sostener que la mafia no existe. Pero cuando Sciascia publicó valiente en 1962 El día de la lechuza la cosa no era así. Los diálogos son buenísimos, las elipsis inteligentes y todo está contado con intensidad y pulcritud. ¿La justicia es un espejismo?