viernes, 17 de julio de 2009

Todos sonríen

Los otoños en Huelva son calurosos, pero agradables. En Navarra no. En Navarra sopla ya un cierzo que te enfría el cogote en cuanto te descuidas. Así que la madre de Pablo Martínez le puso en la maleta varios jerseys. “Llama en cuanto llegues y, si te hacen falta, te mando más”. Era 1987 y Pablo se iba al norte a estudiar Derecho. En Pamplona le esperaba una vida nueva, aunque él era buen estudiante e iba dispuesto a dejarse la piel. Llegó en tren y su primera sorpresa fue ver lo verde que estaba todo. Había parques y un río caudaloso, algo que siempre llama la atención a los que llegan del sur.

En sus años de universidad Pablo Martínez se ganó un sobrenombre que ya no le ha abandonado: Taco. El Taco. Hasta el punto de que casi nadie sabe realmente cómo se llama. Taco terminó Derecho con unas notas excelentes y decidió quedarse en Pamplona. Tenía un horizonte profesional prometedor, pero poco a poco se fue metiendo en labores sociales (los albergues de transeúntes, el Banco de Alimentos), que valen más aunque ganes menos.

Por eso a nadie le extrañó que terminara en ONAY, una ONG nacida en 1992. A lo largo de la última década Taco ha sido voluntario en diferentes países de África. Al principio no contaba muchas cosas de sus proyectos, pero poco a poco se fue convirtiendo en un africano más. Hasta que un día anunció que lo dejaba todo y se iba al Congo. “A Kinshasa”, dijo sin darse importancia (en realidad dijo “Kinzaza”, pero es lo que tiene ser andaluz).

“Allí hay un centro médico en el que voy a colaborar en las tareas de administración”. El resto de la conversación giró entorno a Monkole, que es el nombre de ese hospital. Nos contó que había comenzado como un ambulatorio a principios de los años 90 y que ahora contaba con 28 médicos y 4 farmacéuticos.





En esos días habían recibido la aprobación del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) para iniciar proyecto contra la propagación del SIDA, en especial por vía materna. Esta iniciativa pionera en el Congo iba a beneficiar a más de 1 millón de habitantes de tres zonas rurales del país (Selembao, Makala y Ngaba) y calculaban que las madres atendidas podrían llegar a las 10.000. Junto a la atención médica y personal, Monkole enseña conductas eficaces de prevención para combatir esta enfermedad, así como un seguimiento gratuito de los embarazos y la atención médica durante el parto.

En este primer año en el Congo, Pablo Taco Martínez ha enviado fotografías y correos electrónicos, testimonios y confidencias. “Monkole es el nombre de un árbol frondoso que tiene hojas todo el año. Por eso es muy apreciado, ya que da buena sombra y bajo sus ramas se puede cultivar”. Esa es la idea que impulsó el Centro Médico Monkole y que todos los que trabajan allí –congoleños en un 90%- vieron hecha realidad con el nacimiento del ISSI, que es una escuela de enfermería, o la apertura de dos dispensarios en los que se ofrecen servicios de higiene y nutrición. “El médico, en estos lugares, debe ser al mismo tiempo un educador social, un promotor de salud, un consejero familiar y un amigo en el que se pueda confiar”.

Al leer estas palabras me reconforta ver a Taco tan locuaz, tan contento y tan entregado a su vocación de ayudar a los demás. Y cada fotografía que manda lo confirma porque todos sonríen. Todos.

Las colaboraciones con MONKOLE se pueden hacer en las sigientes C/C de ONAY

BSCH: 0049/5681/40/2710274514
CAN: 2054/0096/75/9146235906
La Caixa: 2100/2824/10/0200045942

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Un monstruo este Taco. Un tío Grande.
Jaime

Anónimo dijo...

Muy bueno, Uria.

Helena