lunes, 9 de marzo de 2009

La Tierra se enfría

El cambio climático es mentira. El calentamiento global no existe. Es imposible saber qué temperatura hará en el futuro o si los abonos de sol en Las Ventas pasarán a serlo de sombra –y eso ya es saber mucho–. No lo digo yo, pobre ignorante, sino J. Scott Armstrong, investigador de la Universidad de Pennsylvania y uno de los fundadores de las ciencias de la predicción climatológica.

Según Armstrong, “los políticos inventan y utilizan leyendas para aumentar su poder. Así nos convencen de que el mundo está en peligro y de que los necesitamos a ellos y sus sueldos para salvarnos”. Para demostrar sus afirmaciones, comienza a dar datos. Por ejemplo, que desde 1998 el planeta se está enfriando. No de modo uniforme, pero sí relevante. Por eso la Antártida tiene ahora más hielo que hace un siglo. Por eso la población de osos de Alaska aumenta de año en año.

Este científico, que no tiene aspecto de Dr. Bacterio, no está solo con sus impertinencias. En la Declaración de Manhattan más de 500 investigadores del clima –él también– firmaron un manifiesto que rechaza la histeria pública respecto al clima. El número de adhesiones llega ya a las 31.000. En esa declaración se admitió que, si en los Pirineos o en los Andes hay menos glaciares, eso se debe a fenómenos regionales. Los mismos que provocan ciclos ambientales que elevan las temperaturas en unas zonas y las disminuyen en otras. Tal es el motivo de que en el Antártico se estén registrando cada año temperaturas más frías.

Armstrong, que lleva 48 años como profesor universitario, critica también con dureza los catastróficos informes de la ONU sobre el clima, (que para él son la versión actualizada de las fracasadas predicciones de Malthus –padre de la demografía y el científico mejor ultrajado de su tiempo– sobre la población). Según Armstrong, la ONU utiliza modelos de predicción que son meras conjeturas, hipótesis gratuitas indemostrables, pero que permiten recaudar millones de euros para prevenir una hecatombe que nunca se producirá. Él no niega que el desarrollismo insensato ha degradado nuestro ecosistema, simplemente denuncia la falta de fundamento científico de muchas predicciones catastrofistas.

Este investigador, además de tozudo, tiene sus manías particulares. La más arraigada se llama Al Gore, famoso y listísimo vicepresidente de EEUU incapaz de ganar a Bush Jr. en las elecciones de 2000. Con Gore se apostó públicamente Armstrong 10.000 dólares –que irían donados a la ONG que escogiera el vencedor– a que predecía con más acierto que él las temperaturas de los próximos diez años. Al Gore nunca le devolvió el guante y confirmó con su silencio aquel viejo refrán sefardita “Los toneles vacíos son los que más ruido hacen”.

Para más escarnio, Armstrong dice que la película de Gore sobre el cambio climático titulada Una verdad incómoda es “cursi, aburrida, ególatra y llena de falsedades”. Como se aprecia, mala uva no le falta, pero sólo pide que nadie acepte simples opiniones como principios sólidos. Para los climaescépticos que lidera este norteamericano no es posible saber qué clima tendremos dentro de treinta años (y ese es un plazo mínimo para empezar a sacar conclusiones).

Ignoro si J. Scott Armstrong está en la nómina de las petroleras. Desconozco si sus opiniones son exageradas o, directamente, falsas. Pero de una cosa estoy seguro: sus palabras son impertinentes, desafiantes y críticas.

Sólo por eso merece la pena escucharle.


Publicado en OSACA, 1 de marzo de 2009

1 comentario:

Nico Sangrador dijo...

Por fin se les abren los ojos!