Toda la vida han existidos dos polos. El Polo Norte y el Polo Sur. Bien es verdad que en tiempos de la EGB te liaban con el polo geomagnético y el celestial, pero eso eran tecnicismos de sabelotodo. Lo realmente fascinante eran las historias de Amundsen, Scott y Shackleton camino del Polo Sur, o la disputa entre Cook y Peary sobre quién llegó primero al Ártico. En aquellos años nos atrapaban sin remedio las películas de aventuras con nieves eternas, ya fueran en compañía de Colmillo Blanco en Alaska o con Gregory Peck cazando focas mientras aspiraba a tener el mundo en sus manos.
Ahora llaman “tercer Polo” al Everest por ser la cima terrestre más alta y la idea de tener tres polos me fascina. Más aún si sólo cuatro hombres han estado en esos lugares y uno de ellos es español. Entonces la leyenda de conquistar los tres polos eleva al coronel Francisco Gan a la galería de los más grandes, sólo un peldaño por debajo de los primeros explorados glaciares.
Francisco Gan es un catalán sin pretensiones. Ahora está destinado en el Regimiento de cazadores de montaña América 66, en Aizoain (Navarra), que es un cuartel al que aprecio porque allí juré bandera. Gan no da valor a la gesta de haber pisado los tres polos, quizá porque conoce de cerca la muerte. Con sus hombres ha estado destinado en Bosnia, Kosovo y Afganistán, país éste que conoció de paso a la cordillera del Himalaya.
Él sabe lo que es la adversidad, el sufrimiento y la superación de ambos. Lo ha vivido en muchas ocasiones a lo largo de su vida, por ejemplo, cuando arrastró un trineo de 100 kilogramos durante 55 días camino de la Antártida. Fue en 1995 y la odisea se alargó hasta cubrir 1.400 kilómetros a pie junto a compañeros del programa Al filo de lo imposible. En ese desafío llegaron al mismo punto en el que el capitán Scott encontró los restos del campamento de Amundsen en su cruel pelea por conquistar el Polo Sur.
Cuatro años más tarde, con esa tenacidad castrense que tanto escasea y que tanto admiro, volvió a los límites de la resistencia humana. En aquella ocasión, 1999, formó parte de la primera expedición española al Polo Norte. Y logró pisarlo y colocar allí la bandera nacional. Atrás habían quedado 1.300 kilómetros de frío polar –nunca mejor dicho– y silencio atronador, de océanos de hielo y ventisca asesina, una ventisca cortante como la cuchilla de un afilador. Tardaron dos meses en llegar, pero mereció la pena.
“Ahora debe de haber más gente que lo ha logrado”, dice Gan. “Pero lo importante no es ser el primero o el octavo. Esas son cifras vacías para que las historias ganen en intensidad”. Para él lo interesante es el reto, descubrir tus propios límites, intentar ir más allá
“La montaña no se vence, se experimenta. Pero no por su belleza, sino por el espíritu con el que acercas a ella. Con el deporte se rescatan valores como la cooperación o la disciplina. En el ejército y en la montaña, además, se aprende a sobrevivir, a aceptar la derrota y a seguir luchando. Si te paras no resolverás tus problemas”.
Lo dice el coronel Gan sin darse importancia y yo le creo. Sobre todo cuando concluye “A mi lo que me cuesta una barbaridad es ser buena persona todos los días y a todas horas, apreciar lo pequeño y vivir lo cotidiano con sentido de aventura”.
Publicado en OSACA 11 de mayo de 2008
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