Sucedió en Toledo mientras se celebraba la romería de la Virgen del Valle, popular visita a una ermita sobre el Tajo que unos versos viejos cantan así: “Aunque pequeña me ves/ soy muy grande como ermita,/ pues la Reina que me habita/ tiene Toledo a sus pies”.
Como siempre ocurre la víspera de la solemnidad, una multitud se arrimó hasta el santuario para pasar una noche de fiesta. Es decir, a la devoción se unió la diversión, costumbre racial de tierras hispanas, pero ajena a los extraños que nos visitan.
“Ajena e imprescindible”, pensó Mike, un estadounidense de los muchos que llegan cada año hasta la capital manchega. Alguien le había comentado en Toledo que, muy cerca, tenía una ermita con una vista espléndida y una campana milagrera que consigue novia al que la tañe. Nada nuevo para los cristianos viejos (y descreídos), pero que fascinó al bueno de Mike. Bueno y soltero.
Tras llegar a la iglesia, hizo unas cuantas fotos y se fue derecho a tocar la campana para verificar la leyenda. Iba dispuesto a colaborar en su búsqueda de rapaza, así que se puso a beber y a bailar hasta que la noche le venció. De madrugada, al despertar de los excesos, se encontró en una quebrada a la orilla del Tajo, más solo que la una y con una resaca de mil diablos. Ya no había romería, ni campana, ni españolas ansiosas caer en sus brazos. Ahora era de día y estaba en un zarzal abrupto con más hambre que Carpanta.
Entonces comenzó a vocear con fuerza (“¡Help!”, “¡Help!”), pero nadie respondía. Pasaron las horas y nada. Ya se sabe que los españoles no dominamos más idiomas que el nuestro, así que tuvieron que ser dos alemanes los que oyeran los lamentos del barranco y alertaran a la policía. Los bomberos, que tienen algo de quijotes –y en La Mancha más–, tardaron tres horas en sacar al estadounidense del entuerto. Tenía la ropa hecha jirones y cara de noche toledana –claro–. De la novia solicitada ni rastro.
Con el rescate llegaron las conjeturas sobre el suceso. “No nos explicamos cómo pudo llegar hasta ese lugar porque es prácticamente inaccesible. Quizá se despeñó o llegó nadando y luego se durmió”, especuló el jefe de la brigada, Isabelo Sánchez, que tiene nombre de personaje de García Márquez. “Lo más sorprendente es que antes del aviso algunos vecinos habían oído gritos. Dicen que alguien llamaba a un tal “Pepe” con insistencia. “¡Pepe!”, “¡Pepe!”, pero pensaron que se trataba de algún trompa de la romería y no le dieron importancia. Al poco rato ya no oyeron nada, así que dedujeron que el tal “Pepe” había aparecido”. Fin del asunto.
Gracias a Dios, Michael Thorpe (cuyo apellido es una premonición) no sufre heridas ni fracturas. Sólo tiene contusiones y el alma un poco triste porque, según ha confesado, tenía "Good vibrations” con lo de la campana y las novias.
Así que entre el “Help” de los Beatles y las buenas vibraciones de los Beach Boys, Mike ha vuelto a su Kentucky natal incólume… aunque quizá afectado de un golpe en la cabeza: dice que el año que viene probará en los Sanfermines.
Que Dios y los miuras le cojan confesado.
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