lunes, 26 de marzo de 2007
Un secreto romano
Es la reina de las fuentes de Roma, ya sean barrocas o no. En su carrera por la eternidad supera de largo a la sofisticada de los Cuatro Ríos de Piazza Navona, a la humilde de las Cuatro Fuentes en el Quirinal y a la casi perfecta del Tritón con sus delfines, que también son cuatro.
La fontana de Trevi es la más soñada, la más buscada, la más recordada por almas a la caza de mitos y belleza. Entre sus esculturas se esconde la mayor colección de deseos del mundo, aunque no sabría decir si detrás del enérgico Neptuno o más bien a los pies de sus caballos marinos. En ella se desbordó Anita Ekberg, sueca y salvaje mientras gozaba la dolce vita, y también esa inocencia con flequillo que fue Audrey Hepburn, ya para siempre de vacaciones en Roma con Gregory Peck del brazo, que se la llevó en blanco y negro a la fuente de Trevi para arrojar unas liras a sus aguas de mármol.
Lanzar una moneda al agua. Con ese sencillo ritual se compra el embrujo latino y Roma te hechiza para que vuelvas algún día. Importa poco si el conjuro tiene como fin caminar de nuevo entre palacios por la Vía del Babuino o esperar en las escaleras de la Plaza de España a que el sol se ponga. Lo esencial es el retorno, volver a Roma, descubrirla de nuevo para perderse en la decadencia del Trastévere o pasear por el Gianicolo y venerar a Bramante en su templete. Lo imponente es pasar la tarde en las terrazas del Panteón sin hacer nada mientras las vespas aturden a las piedras milenarias o cruzar de noche la plaza de San Pedro y descubrir que hay luz en la habitación del Papa.
Todo eso puede ocurrir de nuevo si se tira una moneda a la fontana de Trevi y ella, majestuosa, te deja volver a Roma. Porque si se arrojan dos el regalo cambia. Con dos monedas la fuente se desboca y concede un amor romanaccio, quizá arrebatador, quizá fugaz, un idilio inesperado que condense todas las pasiones de la Historia. Ahora bien, al temerario que lanza tres monedas las aguas solemnes de Trevi le atan para siempre a la Ciudad Eterna. Para lograrlo utiliza un lazo mitológico con forma de esposa, según la leyenda una esposa mediterránea y generosa, capaz de traer al mundo un puñado de hijos sin apenas despeinarse, una mujer para siempre. Eso sí, la fontana no admite quejas ni devoluciones y hay que conformarse con lo que ella concede.
Dentro de poco esas monedas seguirán siendo el precio de los sueños… y algo más. Desde este mes de abril todo el dinero que se recoja en la fuente servirá para surtir un supermercado gratuito destinado a 5.000 familias pobres del centro de Roma. El ayuntamiento apoya sin fisuras la idea porque se ha comprometido a luchar contra “las nuevas formas de pobreza” –que son las de siempre–. Eso sí, como el alcalde es un socialista a la italiana, entregará a Cáritas el dinero que se remansa en la fontana cada año: un millón de euros, moneda arriba, moneda abajo.
Ahora que se acerca la santa Semana Santa, la vieja Roma nos descubre uno de sus secretos sin pedir nada a cambio. En esta ocasión, que hay en sus calles una fuente que da de comer.
Ignacio Uría OSACA 1 de abril de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario