Hace un mes el régimen cubano decidió apoyarse en la jerarquía católica para hacer frente a dos problemas: la presión internacional derivada de la muerte en huelga de hambre de un preso político y el constante desafío de “Las Damas de Blanco”, un grupo de mujeres que desfilan cada domingo por La Habana para reivindicar la liberación de familiares presos, todos ellos encarcelados por ser disidentes políticos o periodistas independientes.
Raúl Castro, más sensible a la presión exterior que su hermano, decidió acudir a una instancia bien conocida por él: la Iglesia católica. No es la primera vez que lo hace y tampoco será la última. Ya en 1961, tras la invasión de Playa Girón, Raúl se entrevistó con el primado de la Iglesia cubana, Enrique Pérez Serantes, para conseguir el apoyo de los obispos en una denuncia contra el ataque organizado por los EEUU. Algunas otras se han producido sin que trascendiera.
Ahora, aunque La Habana no quiere relacionar la visita de Mamberti con el reciente acercamiento de presos a sus hogares y la liberación de un disidente que seguirá en arresto domiciliario, sí se ha reconocido a la Iglesia un papel propio en la escena política. La gran novedad no son los contactos, sino que se haya informado de ellos en los medios de comunicación estatales, algo totalmente nuevo y que refuerza la impresión de que esta vez los cambios son profundos.
Es indudable que gracias a esos movimientos la UE ha dado una prórroga a Cuba, ya que el pasado lunes decidió retrasar hasta septiembre la revisión de su contundente Posición Común, promovida por Aznar hace catorce años. Bruselas ha decidido colaborar en la distensión debido a los cambios que se han visto estas últimas cuatro semanas.

La Santa Sede, por su parte, ha aprovechado ciertos nombramientos para realizar maniobras interesantes, como la elección del nuevo arzobispo de Miami, Thomas Wenski, más favorable que el anterior al diálogo entre Cuba y los EEUU, o el encargo al cardenal de Boston de tantear al gobierno de Obama para que facilite las cosas. En el horizonte está el retiro en 2011 del propio cardenal de La Habana, que dejará la puerta abierta a un nuevo arzobispo, quizá el de Santiago de Cuba, Dionisio García, acompañante del cardenal en la reunión de cuatro horas con Raúl Castro como presidente de la Conferencia Episcopal.
Cuba, por su parte, exige que se cancelen las sanciones de la UE, mientras que los EEUU esperan la confirmación de los nuevos tiempos. En medio de esos actores se encuentra la Iglesia católica, sorprendente interlocutora en la inevitable transición a la democracia.
Publicado en Diario de Navarra, 18 de junio de 2010.
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