Ayer domingo, 4 de octubre, falleció Mercedes Sosa.
Su velatorio, en el Congreso argentino, ha sido multitudinario.
Su velatorio, en el Congreso argentino, ha sido multitudinario.
En La Chacarita descansará para siempre.

Agoniza la Negra Sosa en Buenos Aires, aunque yo creo que ella está cerca de la Virgen de Luján, a la que ella tiene una devoción profunda y antigua.
Ayer le dieron el sacramento de la Unción de enfermos, pero dicen que sólo un milagro puede salvarla. Yo confío. Espero que su voz no se apague, que aguante un poco más y sirva para devolvernos a otros tiempos en los que la utopía era posible y ella venía a entregar su corazón.

Después esos sonidos se perdieron, para volver solamente como herencia a mis hijos, que los conocen como yo los conocía, aunque prefieran los alaridos de Hannah Montana o los Hermanos Jonas, que lo mismo da.
Hasta que suceda lo inevitable, yo rezaré por la Negra Sosa cada noche dando gracias a la vida, que me ha dado tanto, me dio dos luceros, que cuando los abro, perfecto distingo, el negro del blanco y en el alto Cielo su fondo estrellado.
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