
Arde
Gipuzkoa. En sentido figurado, claro. Pero arde como si fuera Missisippi en plena persecución racista.
Arde y los
quemados son los párrocos nacionalistas guipuzcoanos, clara mayoría en la diócesis. Están humeantes porque Benedicto XVI les ha enviado como obispo a Juan Ignacio Munilla y a ellos no les gusta.
1.
¿Acaso le rechazan porque no es vasco? No, por eso no: Munilla nació en San Sebastián.
2.
¿Quizá porque Munilla no estudió en el seminario donostiarra? Tampoco, ya que Munilla estudió en el seminario de Donostia (y en el de Toledo).
3.
¿Será porque desconoce la realidad pastoral de esa tierra? No, no. Munilla fue párroco en Zumárraga (Guipúzcoa) durante 15 años y consiguió mantener la fe a pesar de que le ordenó el monseñor Setién, modelo de los curas nacionalistas.
4.
¿Es demasiado viejo? Hombre, como diría un gallego "Depende que con quién lo compare", pero así, en una ojeada rápida, no parece: tiene 48 años.
5.
¿Carece Munilla de experiencia episcopal? No, es el actual obispo de Palencia. De acuerdo que Palencia no es Bilbao. Ni siquiera Las Arenas. ¡Qué le vamos a hacer! Recordemos que su antecesor, Uriarte, venía de Zamora, que tampoco es que sea Manhattan (ni falta que le hace: la Semana Santa neoyorquina es más bien sosa comparada con la zamorana).
6.
¿Será que Munilla es un maketo que no habla vascuence? Pues no va a ser eso: Munilla habla euskera como los ángeles (si es que a los ángeles le diera por comunicarse en un idioma que Hemingway definió como "lengua de cabreros").
Entonces, ¿por qué el 77% de los párrocos de Gipuzkoa ha firmado un manifiesto en contra de su prelado, Juan Ignacio Munilla? Esos curas rebeldes (que mejor se dedicaban a ser pastores de todos los vascos y no sólo de los que son como ellos) están "disconformes con la intención y el procedimiento de designación de Munilla como nuevo obispo de su diócesis", noticia que han recibido con "dolor y profunda inquietud".

131 de los 600 sacerdotes de la diócesis (entre ellos 85 de los 110 párrocos de Guipúzcoa y 11 de los 14 arciprestes), han puesto negro sobre blanco, que: "en modo alguno es la persona idónea para desempeñar el cargo de obispo" de la diócesis. Los sacerdotes explican que la designación del nuevo prelado ha sido percibida como una "clara desautorización de la vida eclesial" de la diócesis guipuzcoana, regida hasta ahora por
Juan María Uriarte (en la foto, a la izquierda) "y también como una iniciativa destinada a variar su rumbo".
¿Y qué dice monseñor Uriarte, obispo cesante? Pues que Munilla tiene «gran capacidad de trabajo y recia espiritualidad» y que pide a los fieles de la comunidad católica guipuzcona que le reconozcan como «su legítimo pastor». Lo que subleva a los párrocos es que les manden un prelado que les pueda meter en cintura... aunque sólo sea obligándoles a celebrar los funerales de las víctimas del terrorismo.
El manifiesto continúa así, con un ataque personal al estilo nacional-socialista:"Conocemos de cerca la trayectoria pastoral de D. José Ignacio Munilla como presbitero, profundamente marcada por la desafección y falta de comunión con las líneas diocesanas". ¡Cuidado, Munilla! ¡Te conocen! ¿Te temen? ¿O simplemente te odian?
El problema de esos "curas católicos vascos" es que, efectivamente, son "curas" y son "vascos", pero ya no son católicos. Lo digo como lo diría Felipe González, estadista con pelo blanco, "sin acritúd". Es decir, no son universales. Ellos siguen pegados al Árbol de Guernica/Gernikako Arbola, a sus mitos, a sus muertos y con la txapela bien metida hasta las cejas. Del resto, ni acordarse. Son las tristes consecuencias de haber tenido como referente al infausto monseñor Setién (en la foto superior, a la derecha), obispo de San Sebastián para desgracia de la mitad de los guipuzcoanos. (Ese, ese sí que les gusta a los "abajofirmantes" porque es independentista y pide, nunc et hodie, diálogo con ETA).
Otras consecuencias son que el seminario de San Sebastián esté vacío, que las iglesias parezcan sepulcros y que la vida eclesiástica guipuzcoana sólo sea noticia cuando un arcipreste da cobijo a un terrorista o cuando una orden (los jesuitas, por ejemplo) ordena la reclusión (en el santuario de Loyola, también por ejemplo) de uno de sus miembros porque es crítico con los usos y costumbres de sus compañeros vascos (se acabó el ejemplo).
Otro vasco que les conocía bien (Baroja, Pío) les dijo: "El nacionalismo se cura viajando". Pues eso. Menos invocar el Concilio Vaticano II y más disposición a servir a la Iglesia como la Iglesia quiere ser servida: aceptando a Munilla (al que no conozco de nada) y dejándole trabajar.
El resto, capillitas, pataletas y el tufo rancio de los manejos de sacristía a los que están tan acostumbrados estos lobos con piel de oveja latxa.