Ha fallecido Steve Jobs, emprendedor, inventor y uno de los fundadores de Apple. Si fuera por los políticos y los medios de comunicación hoy mismo lo canonizarían. (¿Santo subito? ¿Santo Job(s)?). Al menos, lo embalsamarían al estilo Lenin y levantarían un mausoleo en Cupertino (CA, EEUU).
Más allá de sus méritos profesionales -que tampoco conozco en detalle- una sola frase de Jobs me cautivó: "I would trade all of my technology for an afternoon with Socrates"(Cambiaría todos mis inventos por pasar una tarde con Sócrates).
Esa reflexión fue suficiente para interesarme por él. La publicó Newsweek en 2001.
Por eso publico aquí el Discurso de Graduación que Jobs impartió en Stanford University el 12 de junio de 2005. Un ejemplo de oratoria, por su sencillez, por su estilo y por su carga emocional. Al final, como decía Pascal, cuanto más talento tiene un hombre, más se inclina a creer en el talento ajeno.
"Me siento honrado de estar con vosotros hoy en esta ceremonia de
graduación en una de las mejores universidades del mundo. Yo nunca me
licencié. La verdad, esto es lo más cerca que he estado de una
graduación universitaria.
Hoy deseo contaros tres historias de mi
vida. No es gran cosa. Sólo tres historias. La primera trata de conectar
puntos. Me retiré del Reed College a los seis meses y seguí yendo de
modo intermitente otros 18 meses más antes de abandonar los estudios.
¿Por qué lo dejé? Comenzó antes de que yo naciera. Mi madre biológica
era una joven estudiante de universidad, soltera, que decidió darme en
adopción. Ella creía firmemente que debía ser adoptado por estudiantes
graduados. Por lo tanto, todo estaba arreglado para que apenas naciera
fuera adoptado por un abogado y su esposa; salvo que cuando nací
decidieron en el último minuto que en realidad deseaban una niña. De ese
modo, mis padres, que estaban en lista de espera, recibieron una
llamada en medio de la noche preguntándoles: "Tenemos un niño no
deseado; ¿lo quieren?". Ellos contestaron: "Por supuesto".
Cuando
mi madre biológica se enteró que mi madre nunca se había graduado en la
universidad y que mi padre tampoco tenía el graduado escolar se negó a
firmar los papeles de adopción definitivos. Sólo cambió de parecer unos
meses más tarde cuando mis padres le prometieron que algún día iría. A
los 17 años fui a la universidad. Ingenuamente elegí una casi tan cara
como Stanford y todos los ahorros de mis padres, de clase obrera, se
fueron en la matrícula. Seis meses después yo no había sido capaz de
apreciar el valor de su esfuerzo. No tenía idea de lo que quería hacer
con mi vida y tampoco sabia si la universidad me ayudaría a deducirlo. Y
ahí estaba yo, gastando todo el dinero que mis padres habían ahorrado
durante toda su vida. Decidi retirarme y confiar en que todo iba a
resultar bien. En ese momento fue aterrador, pero mirando hacia atrás es
una de las mejores decisiones que he tomado. Prescindí de las clases
obligatorias, que no me interesaban, y comencé a asistir irregularmente a
las que sí consideraba interesantes.
No todo fue romántico. No
tenía dormitorio, dormía en el suelo de las habitaciones de amigos,
llevaba botellas de Coca Cola a los depósitos de 5 centavos para comprar
comida y caminaba 11 kilómetros, cruzando la ciudad todos los domingos
de noche, para conseguir una buena comida a la semana en el templo Hare
Krishna.
Me encantaba. La mayoría de cosas con las que tropecé,
siguiendo mi curiosidad e intuición, resultaron ser posteriormente
inestimables. Por ejemplo, en ese tiempo Reed College ofrecía quizás la
mejor instrucción en caligrafía del país. Todos los afiches, todas las
etiquetas de todos los cajones estaban bellamente escritos en caligrafía
a mano en todo el campus. Como había abandonado el curso y no tenía que
asistir a las clases normales, decidí tomar una clase de caligrafía
para aprender. Aprendí de los tipos serif y san serif, de la variación
en el espacio entre las distintas combinaciones de letras, de lo que
hace que la gran tipografía sea lo que es. Era artísticamente hermoso,
histórico, de una manera en que la ciencia no logra capturar, y lo
encontré fascinante.
A priori, nada de esto tenía una aplicación
práctica en mi vida. Diez años después, cuando estaba diseñando el
primer ordenador Macintosh, todo tuvo sentido para mí. Y todo lo
diseñamos en el Mac. Fue el primer ordenador con una bella tipografía.
Si nunca hubiera asistido a ese único curso en la universidad, el Mac
nunca habría tenido múltiples tipografías o fuentes proporcionalmente
espaciadas. Y como Windows no hizo más que copiar a Mac, es probable que
ningún PC la tuviese. Si nunca me hubiera retirado, nunca habría
asistido a esa clase de caligrafía, y los ordenadores personales
carecerían de la maravillosa tipografía que llevan. Por supuesto era
imposible conectar los puntos mirando hacia el futuro cuando estaba en
la universidad. Sin embargo, fue muy, muy claro mirando hacia el pasado
diez años después.
Reitero, no podéis conectar los puntos mirando
hacia el futuro; solo podéis conectarlos mirando hacia el pasado. Por lo
tanto, tenéis que confiar en que los puntos, de alguna manera, se
conectarán en vuestro futuro. Tenéis que confiar en algo, lo que sea.
Nunca he abandonado esta perspectiva y es la que ha marcado la
diferencia en mi vida.
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Wozniak y Jobs |
La segunda historia es sobre amor y
pérdida. Fui afortunado, porque descubrí pronto lo que quería hacer con
mi vida. Woz y yo comenzamos Apple en el garaje de mis padres cuando
tenía 20 años. Trabajamos duro y en 10 años Apple había crecido a partir
de nosotros dos en un garaje, transformándose en una compañía de 2.000 millones de dólares con más de 4.000 empleados. Hacía poco que habíamos presentado
nuestra más grandiosa creación -el Macintosh-, apenas un año antes, y yo acababa de cumplir los 30.
Luego me despidieron. ¿Cómo te pueden
despedir de una compañía que fundaste? Bien, debido al crecimiento de
Apple contratamos a alguien que pensé que tenía talento para dirigir
la compañía conmigo. Los primeros años las cosas marcharon bien. Sin
embargo, nuestras visiones del futuro empezaron a desviarse y finalmente
tuvimos un encontronazo. Cuando ocurrió, la Dirección lo respaldó a él.
De ese modo a los 30 años estaba afuera. Y muy publicitadamente fuera.
Había desaparecido aquello que había sido el centro de toda mi vida
adulta. Fue devastador. Durante unos cuantos meses no supe qué
hacer. Sentía que había decepcionado a la generación anterior de
empresarios, que había dejado caer el testigo cuando me lo estaban
pasando.
Me encontré con David Packard y Bob Noyce e intenté disculparme
por haberlo echado todo a perder tan estrepitosamente. Fue un absoluto
fracaso público e incluso pensaba en alejarme de Silicon Valley [California]. No obstante, poco a poco comencé a entender algo. Todavía
amaba lo que hacía. El contrario de lo ocurrido con Apple, en eso no había cambiado ni
un milímetro. Había sido rechazado, pero seguía enamorado. Y decidí
empezar de nuevo.
Entonces no lo entendí, pero ser
despedido de Apple fue lo mejor que podía haberme pasado. La pesadez de
tener exito fue reemplazada por la iluminación de ser un principiante
otra vez. Me liberó y entré en una de las etapas más creativas de mi
vida.
Durante los siguientes cinco años, fundé una compañia llamada
NeXT, otra empresa llamada Pixar, y me enamoré de una asombrosa mujer
que se convirtió en mi esposa. Pixar continuó y creó la primera película
en el mundo animada por ordenador, Toy Story, y ahora es el
estudio de animación de más éxito a nivel mundial. En un notable giro de
los hechos, Apple compró NeXT, regresé a Apple y la tecnología que
desarrollamos en NeXT constituye el corazón del actual renacimiento de
Apple.
Con Laurene tengo una maravillosa familia. Estoy
seguro de que nada de esto habría sucedido si no me hubiesen despedido
de Apple. Fue una amarga medicina, pero creo que el paciente la
necesitaba. En ocasiones la vida te golpea con un ladrillo en la cabeza.
No perdáis la fe. Estoy convencido que lo único que me permitió seguir
fue que yo amaba lo que hacía. Tenéis que encontrar lo que amáis. Y eso
es tan válido para el trabajo como para el amor.
El trabajo llenará gran
parte de vuestras vidas y la única manera de sentirse realmente
satisfecho es hacer aquello que creéis que es un gran trabajo. Y la
única forma de hacer un gran trabajo es amar lo que se hace. Si todavía
no lo habéis encontrado, seguid buscando. No os detengáis. Al igual que
con los asuntos del corazón, sabréis cuando lo habéis encontrado. Y al
igual que cualquier relación importante, mejora con el paso de los años.
Así que seguid buscando. Y no os paréis.
La tercera historia es
sobre la muerte. Cuando tenía 17 años leí una cita que decía algo
parecido a "Si vives cada día como si fuera el último, es muy probable
que algún día hagas lo correcto". Me impresionó y en los últimos 33
años, me miro al espejo todas las mañanas y me pregunto: "Si hoy fuera
en último día de mi vida, ¿querría hacer lo que estoy a punto de hacer?"
Y cada vez que la respuesta ha sido "no" varios días seguidos, sé que
necesito cambiar algo.
Saber que moriré pronto constituye la
herramienta más importante que he encontrado para tomar las grandes
decisiones de mi vida. Porque casi todas las expectativas externas, todo
el orgullo, todo el temor a la vergüenza o al fracaso todo eso
desaparece a las puertas de la muerte, quedando solo aquello que es
realmente importante. Recordar que vas a morir es la mejor manera que
conozco para evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder. Ya
estás desnudo. No hay ninguna razón para no seguir a tu corazón.
Casi
un año atrás me diagnosticaron cáncer. Me hicieron un escáner a las
7:30 de la mañana y claramente mostraba un tumor en el páncreas. ¡Ni
sabía lo que era el páncreas! Los doctores me dijeron que era muy
probable que fuera un tipo de cáncer incurable y que mis expectativas de
vida no superarían los seis meses. El médico me aconsejó irme a casa y
arreglar mis asuntos, que es el código médico para prepararte para
morir. Significa que, en pocos meses, debes intentar decir a tus hijos todo lo que pensabas
decirles en los siguientes 10 años. Significa
asegurarte que todo esté amarrado para que sea los más sencillo
posible para tu familia. Significa despedirte.
Viví con ese
diagnóstico todo el día. Luego por la tarde me hicieron una biopsia en
que introdujeron un endoscopio por mi garganta, a través del estómago y
mis intestinos, pincharon con una aguja el páncreas y extrajeron unas
pocas células del tumor. Estaba sedado, pero mi esposa, que estaba allí,
me contó que cuando examinaron las células en el microscopio, los
doctores empezaron a llorar porque descubrieron que era una forma muy
rara de cáncer pancreático, curable con cirugía. Me operaron y ahora
estoy bien. Es lo más cerca que he estado a la muerte y espero que sea
lo más cercano por unas cuantas décadas más.
Al haber vivido esta
experiencia, puedo contarla con un poco más de certeza que cuando la
muerte era puramente un concepto intelectual: Nadie quiere morir.
Incluso la gente que quiere ir al cielo, no quiere morir para llegar
allá. La muerte es el destino que todos compartimos. Nadie ha escapado
de ella. Y es como debe ser porque la muerte es muy probable que sea la
mejor invención de la vida. Es su agente de cambio. Elimina lo viejo
para dejar paso a lo nuevo. Ahora mismo, vosotros sois lo nuevo, pero
algún día, no muy lejano, seréis los viejos. Y seréis eliminados.
Lamento ser tan trágico, pero es cierto.
Vuestro tiempo tiene límite,
así que no lo perdáis viviendo la vida de otra persona. No os dejéis
atrapar por dogmas, no viváis con los resultados del pensamiento de
otras personas. No permitáis que el ruido de las opiniones ajenas
silencie vuestra voz interior. Y más importante todavía, tened el valor
de seguir vuestro corazón e intuición, porque de alguna manera ya sabéis
lo que realmente queréis llegar a ser. Todo lo demás es secundario.
Cuando era joven, había una asombrosa publicación llamada The Whole Earth Catalog,
una de las biblias de mi generación. Fue creada por un tipo llamado
Steward Brand no muy lejos de aquí, en Menlo Park, y la creó con un
toque poético. Fue a finales de los 60, antes de los ordenadores
personales y de la edición mediante microcomputadoras. Se editaba usando
máquinas de escribir, tijeras y cámaras Polaroid. Era como Google en
tapas de cartulina, 35 años antes de que apareciera Google. Era
idealista y rebosante de hermosas herramientas y grandes conceptos.
Steward y su equipo publicaron varias ediciones del The Whole Earth Catalog
y luego, cuando seguía su curso normal, publicaron la última edición.
Fue a mediados de los 70 y yo tenía vuestra edad. En la contraportada de
la última edición, había una fotografía de una carretera en medio del
campo a primera hora de la mañana, similar a una en la que estaríais
haciendo dedo si fuérais así de aventureros.
El pie de foto decía:
"Seguid hambrientos. Seguid alocados". Fue su mensaje de despedida.
Siempre lo he deseado para mí. Y ahora, cuando estáis a punto de
graduaros para empezar de nuevo, es lo que os deseo. Seguid hambrientos.
Seguid alocados".