
Matthias Sindelar era hijo de emigrantes que iba para cerrajero. Su padre había fallecido y Matthias se crió con su madre, lavandera, y sus tres hermanas. En sus ratos libres, como tantos otros niños, jugaba al fútbol en la calle y sus amigos empezaron a llamarle Papierene (Hombre de papel) debido a que era flaco y habilidoso. Esa fama hizo que a los 18 años fichara por el Austria de Viena, un club ligado a la comunidad judía.
La llegada de Sindelar al equipo fue providencial y entre 1923 y 1926 ganaron tres ligas consecutivas. Precisamente en 1926 debutó con la selección austriaca en un partido contra Checoslovaquia, país recién fundado y del que procedían sus padres. Marcó el gol de la victoria.
Por entonces Austria tenía un grupo tan bueno que les bautizaron como Wunderteam (el equipo maravilla) porque no tenían rival. Fueron los primeros en derrotar a Escocia en Glasgow (0-5), aplastaron a Francia por 4-0 y humillaron a la rocosa Alemania con un 6-0 imborrable. Al frente de los maravillosos austriacos estaba Sindelar, un delantero tan diferente que hasta el Manchester United intentó su fichaje. Fue en vano. Sindelar no quiso abandonar Austria y ese gesto le convirtió en un héroe nacional.
Ahí se consagró la leyenda futbolística del Mozart del fútbol, el único capaz de marcar 27 goles en 44 partidos internacionales. En 1934 jugó el Mundial de Italia, donde perdieron las semifinales con unos anfitriones que dos días más tarde levantaron la entonces llamada Copa Victoria (que tenía a la diosa alada Niké por base) de campeón del mundo. Mussolini se quedó contento.
Cuatro años después Austria fue anexionada por los nazis y Hitler, como austriaco que era, quiso aprovechar la magia de Sindelar y el poder propagandístico del fútbol. De hecho, el Führer ordenó seleccionar a todos los austriacos para que jugaran con Alemania el Mundial de Francia 1938. Los problemas llegaron cuando Matthias se negó a capitanear al equipo nazi con la excusa de la edad y una lesión de rodilla, aunque la verdadera razón fue el rechazo a llevar una zamarra con la esvástica en el pecho.
La negativa resultó fatal y desde ese momento Sindelar fue perseguido por los alemanes, que ofrecieron una recompensa por su captura. Entonces la depuración judía iba en aumento, así que el cerco sobre Sindelar y su esposa se estrechó. El 23 de enero de 1939 la policía informó de su muerte.
El dolor en Austria fue colosal, como demostró el extraordinario homenaje que le dieron sus paisanos. El ídolo que había marcado 602 goles en 700 partidos fue vitoreado por las 40.000 personas que asistieron a su funeral.
La prensa vienesa dejó escrito entonces "Jugaba como nadie, fácil y alegre, nunca luchaba". Cuando lo hizo, le costó la vida. Terminada la guerra, un grupo de futbolistas y amigos logró que la calle donde había nacido Matthias pasara a llamarse Sindelarstrasse. Fue el último aplauso al hombre de papel.